27 jun 2025

Historias de un jefe de equipo (3)

- La próxima vez que te rías de mí, te reviento la cabeza en la papelera - Vale - De verdad - Vale Más allá del contexto, que Borja me amenace así no tiene sentido. No somos cavernícolas. Somos limpiadores en Cerradona.

19 jun 2025

Historias de un jefe de equipo (2)

María, que llevaba un mes compartido turno de mañana conmigo, iba a empezar su mes de vacaciones. Don Ventura, nuestro jefe, me preguntó si veía a Borja preparado para estar en el turno de María todo el mes de Junio. Yo, tenía claro que, por lo que lo había visto, no me veía con él en todas las aperturas. Puede llegar a ser un buen limpiador si está centrado en sus funciones en vez de tanto pensar en la novia, la madre (que trabaja en Cerradona Dos Hermanas) y ser fotógrafo profesional en busca del fallo prefecto de otro limpiador. Una pena. Esa conversación supuestamente privada entre don Ventura y yo, fue un punto de inflexión en mi relación con Borja y, como daño colateral, con Yolanda (su madre). Dejaron de hablarme al día siguiente. No tenía pruebas pero... tampoco fue difícil de ver la razón.

16 may 2025

Historias de un limpiador (11)

- Me has pisado lo que acabo de fregar. - Acostúmbrate a eso. Que se te meta ese programa en la cabeza. Si no, vas mal. - Ya os pondré en vuestro sitio. Ni un perdón, ni un no me he dado cuenta ni un dame la fregona que le vuelvo a dar yo. Lo único que se le ocurrió a Enrique fue amenazarme. Estábamos en la salida al patio entre Carnicería y Pescadería. Más concretamente en la puerta del almacén de congelados. Él trabaja en la garita de recepción de mercancías que llegan a Cerradona Dos Hermanas. Nada que ver su comunicación verbal con la de su compañero Sergio, siempre con buenas palabras y educación. Pisarme lo que acabo de fregar es una falta de respeto igual que si le apago el ordenador.

15 may 2025

Historias de un limpiador (10)

Un toque en mi brazo y mi universo comenzó a estar lleno de colores. Fue un antes y un después en mi vida laboral. Me habian tocado antes pero no de esa manera ni haciéndome sentir eso. Aunque para entenderlo, debemos remontarnos al momento en el que entro a comprar en el Cerradona de Dos Hermanas sabiendo que iba a empezar a trabajar allí. Estaba viviendo una etapa de escaso o nulo contacto con mujeres más allá de lo estrictamente necesario por mi trabajo de recepcionista o actividades de mis dos hijos pequeños, Yago y Gael. Me negaba por decisión propia a lo que comúnmente se le llama rehacer la vida. Yo no quería pareja y erróneamente me empecé a descuidar físicamente hasta un extremo que no aconsejo a nadie. Salir de ahí es sumamente difícil. Hice todo lo posible para no atraer sexualmente a nadie y a fe que lo conseguí. El problema es que hay espejos en muchos lugares y el tipo en el espejo que aparece por delante no me atraía ni a mí (hoy tampoco me atrae). Me hice mucho daño. Imagínate tener una guerra contigo mismo. ¿A quién culpo?, ¿cómo me pongo una excusa?, ¿me puedo autoengañar? Esto que convive conmigo supuso que no quisiera conocer gente sin antes terminar mi guerra y, claro, dejé de tener contacto físico con mujeres. Mi piel fue olvidando queriendo o sin querer, esa sensación que, como no ha vuelto del todo, no sé explicar. Así que iba a empezar en un trabajo con mucha gente en un lugar muy grande. Me veía más como el protagonista de La metamorfosis de Kafka que como un hombre normal con su vida social normal. Mucho trabajar y poco hablar. Mirada cabizbaja al cruzarme con una mujer. Si por algún casual, alguien me hablaba era igual que si a un grupo de hormigas le quitaa el camino que lleva recorriendo durante mucho tiempo. O peor. Al tener una guerra con el tipo del espejo, me juzgaba tanto y con tanta mala idea que nunca me di una palmadita en espalda ni un voy avanzando siquiera. Reconozco cierto desequilibrio entre cómo me juzgo y cómo juzgo a los demás. Bueno, a los demás simplemente no los juzgo. Aprovecho lo positivo y huyo de lo negativo. No me mezclo, no intervengo, no modifico mi relación con los demás por algo que yo no entienda como normal. Siempre referido a una acción. Me preguntaba el tipo del espejo cómo es que Candela se seguía parando a hablar conmigo si era lo más inexpresivo que he visto. Un día de esos de charla corta con ella, al despedirse para que cada uno siguiera con su rutina, me tocó un brazo. Por arte de magia, lo interpreté como un no eres menos ahora que antes. Fue esa sensación de que había aprobado el primer curso de comunicación con mujeres (si existiera esa asignatura). No es que de golpe ya me sintiera libre de abrirme de par en par a los demás sino que la sensación de miedo a hablar con mujeres fue disipándose a medida que iba pasando el tiempo.

10 may 2025

Historias de un jefe de equipo (1)

Lo vivido entre el nueve y el diez de mayo es una de las razones por las que escribo, publico y confío en dar la mayor difusión posible a este libro que es ni más ni menos que un océano de relatos y rutinas de los limpiadores. Reconozco que mi valentía puede acabar con mi puesto de trabajo y de ser así, sería por una buena causa: Dar el sitio que corresponde a mi actual profesión. Sobre las nueve de la noche tuve una llamada que no respondí hasta las once. Era Borja. Por lo me contó, una clienta puso una hoja de reclamaciones al servicio de Limpieza de Cerradona Dos Hermanas por falta de papel higiénico y tremendo olor a orina en los servicios públicos. Tras una discusión con dicha clienta, Blanca le pidió explicaciones. Borja, un chaval de veinticuatro años, de poca paciencia y escasa habilidad social para el puesto que ocupa, no supo comunicarse con educación ni con la reclamadora ni con Blanca, la jefa de Atención al cliente y Cajeras. Gesticuló en exceso y no aportó soluciones inmediatas. Solo se defendió y demostró a su manera, que él no fue culpable de nada. Le dije por teléfono que hablaría con Blanca. Al menos desde que yo estoy, Cerradona Dos Hermanas machaca al equipo de Limpieza. Así que en este episodio, han aprovechado que Borja lleva poco tiempo y mucho que mejorar como parte de un equipo. Como limpiador lo considero muy bueno y seguramente, si tuviera más experiencia, habría sabido salir del atolladero. Ser limpiador no es fácil ni cualquiera vale. Hay que tragar con acusaciones baratas que acabar siendo de alto coste. Borja y Catalina, su compañera en turno, estaban haciendo por última vez la limpieza de los servicios públicos, después de cinco horas de jornada y aguantando a clientes y trabajadores de Cerradona mientras realizaban su faena más vigilada. Habían fichado en el panel electrónico a las cuatro y media y a las siete y cuarto. Estarían tan hartos de no poder terminar de hacer los servicios que no siquiera ficharon el de las nueve y pico. Blanca les había dicho que le avisaran cuando terminaran. Ella vio a Borja entrar y salir de los servicios sin carrito de limpieza ni bolsa de basura varias veces. Además de que no le dijeron en ningún momento que habían terminado. Esa revisión o persecución de Blanca (que cada uno le ponga el nombre que quiera) la hemos vivido todos los que hemos sido limpiadores en este lugar. Yo a ella no le juzgo eso. Sus razones tendrá cuando lo hace habitualmente. Por la mañana, estando Blanca desayunando con Alfonso, el director de Cerradona Dos Hermanas, me acerqué a su mesa. - Perdón. Blanca, ¿puedo hablar contigo luego? - Cuando quieras. Yo estaré entre Atención al cliente y la zona de cajas. - Gracias. Sería ya cerca de las once de la mañana cuando la vi junto a Fuensanta en lo que Cerradona denomina el punto cero. Estaban haciendo algo en el ordenador y mo quise interrumpir. Me quedé callado hasta que Fuensanta me preguntó qué quería y Blanca le contestó que hablar con ella. Tras unos minutos y apartados del punto cero comencé la conversación. - Es por la reclamación de anoche. Conozco la versión de Borja pero ninguna más. - No hay versiones. Solo la realidad. (Dentro de la comunicación en un entorno laboral, hay un punto de subjetividad aunque no se me ocurriría corregirla poru ha birrada que me dijera) Una mujer se quejó de que no había papel higiénico y olía muy mal. Borja levantando los brazos y con palabras de imposición, se lo negó. Me llamaron para que fuera. La mujer había grabado un vídeo con el estado de los servicios y pensaba publicarlo donde pudiera. - Lleva poco tiempo y entraba y salía mucha gente que no les dejaba trabajar. - Tiene que responder con educación a la clienta y a mí. - Más allá de que sea cierto lo que dice la clienta, la educación es lo primero. Eso no lo quiero en mi equipo porque es básico en cualquier trabajo. - Otra cosa, ¿puedes venir que te quiero enseñar algo? - Claro. Me llevó al panel electrónico que está frente al servicio de hombres y pegado al de mujeres. Allí casualmente estaba Borja haciendo por última vez los servicios de mujeres durante la jornada de la mañana. Ella lo miró y él hizo como que no la había visto. Esta vez comenzó ella la conversación conmigo. - Aquí faltan picajes. De ayer tarde solo hay dos veces. - Te explico. Por la mañana se hacen los servicios públicos tres veces, al mediodía una vez y por la tarde cuatro veces. Cada dos horas. Nos fuimos a la galería de comercios, entre el cajero de ING y la tienda Décimas. Estuvimos de algo tan básico como la comunicación en un entorno laboral. ¡Qué daño hizo aquel anuncio de televisión que afirmaba que el cliente siempre tiene la razón! Borja debería de haber dicho a la mujer que puso la reclamación que le pondría solución en el momento y pensar algo para decirle a Blanca cuando le recriminó su conducta. Por culpa de aquel anuncio, como trabajador de cara al público no trae nada positivo defender tu labor porque te llueven quejas. Borja es un gran limpiador. Lo que le falta es la comunicación con los clientes y los jefes de Cerradona. Por la tarde me pasé a ver a Catalina. Quería saber su versión ya que ella estuvo presente en el hecho en cuestión. La mujer que quejó dejó huellas de zapatos en la tapa del váter y alzó la voz a Borja. Él, en cambio, le habló con educación y le desmontó la queja. Esa misma tarde, también pregunté por cómo fue la tarde del viernes nueve de mayo a varias personas. Noelia, una de las reponedoras de Cerradona que circunstancialmente estaba en la zona de frutería durante esa tarde, me dijo que fue una jornada muy movida para los de limpieza. Avisó en muchas ocasiones por el intercomunicador para recoger hojas y manchas. Tanto el vigilante de seguridad como el vendedor de sushi, me dijeron que fue una jornada muy movida.

6 abr 2025

Historias de un limpiador (9)

La quiero para todo. Para estar sentados en una mesa en el bar de Laura hablando de conspiraciones, de misterios, de lo cotidiano e, incluso, estar en silencio sin que me resulte incómodo. La quiero para hacer juntos lo que no me corresponde. La quiero para dejar de pasar la mopa por Cerradona (aunque me pueda acarrear una foto adjunta en un email a Don Ventura con copia para Alfonso, de algún jefe de sección porque no esté totalmente limpio algún metro cuadrado escondido del suelo de Cerradona) y limpiar en profundidad entre los dos el mostrador de la línea de caja o que me avise para quitar un pequeñísimo charco de algún refresco sin que me siente mal dejar lo que estuviera haciendo en ese momento. La quiero para saludarla con una mirada, un hola, una sonrisa o dándome una papelera llena de botellas, pañuelos, servilletas y papeles rotos sin que eso haga sentir que perjudique nuestra buenísima relación laboral. La quiero para que me cuente con entusiasmo su plan para sus vacaciones de invierno y termine diciéndome que me piense hacer un plan sin pensar de poco tiempo y dinero. Quiero a Fuensanta para estar en el mismo turno de trabajo.

Historias de un limpiador (8)

La cascada del poder Resulta extraño que el pez más chico salve al pez más grande como si de una película infantil se tratara. Lo que deja paralizado es que hoy día, lo que voy a contar es el pan nuestro de cada día. Reunión de directores de Cerradona de Andalucía. Todo va normal hasta que llega el turno de Dos Hermanas. Alfonso se lleva un rapapolvo de muy señor mío que lo deja K.O. mirando al abismo. ¿El pez grande está herido de gravedad? Ah, bueno, eso se arregla con una reunión clandestina con el objetivo de quemar aún más a los peces medianos y chicos. Alfonso habla con su equipo de trabajo más allegado. ¡Hay que hacer que trabajen más duro nuestros empleados¡, ¡Esto no se puede consentir!, ¡Por culpa de esos vagos me he llevado un tirón de orejas en la reunión de directores!. El ambiente se torna silencioso y temerario. Solo uno de los peces medianos trata de poner sentido común y, como podrás pensar, eso acaba fatal. José Luis, uno de los dos operacionales de Cerradona Dos Hermanas, en un alarde de valentía piensa que ya bastante tienen sus empleados con todo lo que les mandan hacer como para que tengan que exprimirse aún más. Si algo no les gusta a los jefes es que se piense por ellos aunque sea por aportar algo en positivo para el funcionamiento del hipermercado. Alfonso realiza un cambio de fichas de acuerdo con el Cerradona Macarena: Se quita de vista a José Luis por no decir “sí, güana” y trae a Javi, un perro de presa fiel hasta el extremo del maquiavélico Alfonso. De esta forma, ya se puede apretar al personal de Cerradona Dos Hermanas. Es triste que un problema del pez más grande, tenga que ser solucionado por el pez más chico. Si sale bien y la imagen de Alfonso mejora, ni una palmadita en la resquebrajada espalda del personal. Ah, pero si sale mal, despido al canto de los que ganan menos dinero. Recuerdo que cuando entré a trabajar había muy buen ambiente. Hasta eso se está cargando el tiempo presente, esta década está siendo de mucho cambio y uno de ellos podría ser el de que se le dé más valor al trabajo físico. No, no es culpa de Alfonso. Jijį-jajá por delante y fotito por detrás.

24 ene 2025

Diario de un limpiador (3)

Todo normal hasta las siete y media. Me encuentro a Abelardo, mi gran colega de PGC, en la zona del papel aluminio, de freidora de aíre... Al andar veinte pasos a la zona de las cajeras para terminar lo que empecé con Fuensanta, hubo un cambio drástico en lo sonoro. De lo tranquilo al griterío de la gente de la cola para pasar por las cajas. Fuensanta y yo retiramos los expendedores de las cajas 16 y 18. Fin de lo que nos habíamos propuesto.

23 ene 2025

Diario de un limpiador (2)

Día 23 de enero de 2025. Empiezo la jornada revisando el carrito común de Limpieza. Como suele ser común, hay solo una botella de amoniaco, un resto de Biolimón y otro de jabón. Nada de lejía ni bolsas de basura. Un cubo lleno de agua con la fregona dentro y otro cubo vacío. La mopa detrás de la puerta del cuartillo. Jesús, el compañero del mediodía no la usa aunque tiene asignada como tarea, limpiar con ella la sección de Bazar y Jardinería. Voy por la galería camino de los servicios recogiendo los papeles del suelo. Es un día de mucho viento. Pasa por mi lado Jose Luis, un reponedor de Cerradona con el que me llevo muy bien. La puerta de entrada central parece un escenario para una campaña publicitaría de otoño. Muchas hojas marrones esparcidas que parecen jugwr conmigo al pilla-pilla. Cuando la puerta automática se abre, vuelan y yo detrás de ellas intentando cazarlas y ponerlas en el recogedor. Cien hojas seguro que hay. Ya llegando al pasillo de entrada a los servicios, veo a Maxi y José Luis acercarse a uno de los expositores que moví ayer con Fuensanta. - Maxi, si quieres moverlo tiene ruedas. - Gracias Pepe. Entro en los servicios de mujeres y solo tengo vaciar papeleras y echar un poco de biolimón en el interior de cada váter. En ese mismo servicio hay un mueble con puertas corredizas a ras de suelo donde se guardan los rollos de secarse las manos y el papel higiénico, las bolsas de basura y la garrafa de jabón para rellenar el dispensador. No hay jabón ni en el dispensador ni en el mueble. Tampoco bolsas de basura. Como norma no escrita, soy el único encargado de poner todo eso a disposición del equipo de limpieza. Menos mal que a las cuatro de la tarde están bastante limpios los servicios de mujeres y los de hombres. Yendo de camino al patio para coger las llaves de la puerta del cuarto donde llega el pedido que hace mi jefe los días 26 de cada mes, veo a Fuensanta. Le cuento que Maxi ha quitado uno de los dos expositores que movimos y que, sin saberlo, me vino al pelo que nos adelantáramos ella y yo. A veces hay casualidades increíbles. Lo siguiente en mi rutina de la tarde es pasear al perro. Bueno, esa es mi forma de decir que voy a sacar del patio la máquina fregadora pequeña. Para acceder al patio tengo que pasar por el cortijo de Victoria: Pescadería, Carnicería, Charcutería, Panadería y Frutería. Todo comandado por Victoria y Nico. Ellos rotan como María (la que está cubriendo la baja de Dani el niño) y yo. Lo común es que Victoria coincida conmigo. Al verme, me coge el brazo izquierdo amistosamente y me pide tres cosas: - Limpiar el suelo de la zona de libre servicio de la panadería - Darle con la fregona a la entrada al almacén de Pescadería. Un sitio de paso de las empleadas con transpaletas que dejan marcas en el suelo blanco y que como mucho dicen TE VOY A PISAR. - Estar atento para pasear al perro por la Pescadería cuando echen agua con la manguera. Después de eso último, paseo por Parafarmacia, Bodega, Panadería y todo el cortijo suyo en general. Teóricamente, la fregadora solo hay que pasarla por esas secciones. La sección de comida de animales considero que es muy importante para la imagen de empresa. Como eso corresponde al compañero de mediodía y raro es el día que lo limpia, la mayoría de días me llevo al perro por allí. Merienda a las seis con Susana. Grupo wasap para incidencias... Nosotros somos lobos entre nosotros. El jefe de mi jefe es tipo Joker. Pregunto a Victoria por el carrito perdido de Kelly Tiro basura a las nueve de todas las secciones. Isabel de textil miyebtras está en Caja me dice Espera un momento. En voz baja: Tendrian que poner tila para el público para que sean más pacientes.

22 ene 2025

Diario de un limpiador (1)

Día 22 de enero de 2025. Previamente a mi jornada laboral había recibido la llamada de Ventura, el jefe de mi jefe. Tenía que añadir a mi rutina la limpieza del almacén de alimentación. Normalmente Dani, mi jefe, los martes y jueves pasa la máquina grande por los almacenes de alimentación y electro a las once y media pero se había tenido que ir al médico a las diez y media para que le dieran fecha para pasar por quirófano. Hace unos años tuvo un accidente de moto y esta operación forma parte de su vuelta a los circuitos de motos, su gran pasión. Formalizo mi inicio de jornada laboral con el picaje en el mostrador de seguridad sin hablar con el vigilante más de pedirle las dos llaves de los servicios públicos. Una sirve para abrir los candados de cada una de las cajas donde se colocan los papeles higiénicos y la otra es una ficha para registrar en un panel electrónico cada vez que limpio esos servicios. Lo primero es ver cómo me ha dejado mi compañero Jesús el carrito de trabajo. Hay dos botellas de amoniaco, una de desincrustante, otra de jabón y otra de biolimón. Tres cajas de guantes de látex de distintas tallas, un cubitoconbdos balletas y dos cubos con fregona y agua. El recogedor está dentro de la bolsa de la bolsa negra que cuelga en la zona del manillar del carrito de color amarillo. La orden de Dani es que limpiemos los servicios con lejía y dejemos el amoniaco para el resto. Al no haber lejía en el carrito, le pongo a los cubos de agua un poco de biolimón con cierto aroma a lima limón y amoniaco para una limpieza eficaz. Recorro la galería de comercios externos quitando la basura que pueda haber. Me centro en aquello que sea de color blanco porque es ño que se ve a más distancia, aunque al final recojo todo ño quevno debe estar allí y reviso los ocho cubos de basura para que no estén rebosando. Limpiar la galería en teoría no está incluida en mi rutina fija del turno de tarde. Pero bueno, por la imagen de empresa de limpieza acabo haciéndolo. Los baños están mucho más limpios de lo normal y a las quince y cincuenta nueve registro la limpieza de los servicios públicos. A la salida y en el camino a coger la mopa, voy mirando las cajas de pago y quitando los tickets de compra y resto de cosas que no ayuden a la imagen de empresa tales como una hojita de perejil, dos envoltorios de chucherías y una hoja de publicidad en mal estado. Al pasar con el carrito de limpieza por el arco de seguridad para acceder a los pasillos y distintas secciones de los productos de Cerradona,no hay esperar a que revise el interior de la bolsa de basura. Lo primero es pasar la mopa a todo el hipermercado. No forma parte de mis obligaciones hacerlo y yo lo llamo "tiempo de autoavisos". Voy esquivando personas y palets, barriendo y quitando manchas, observando quienes de todos los jefes de sección y empleados de Cerradona pueden comunicarcarse conmigo a través del intercomunicador para darme un aviso por rotura de algo, vómito de cliente, limpieza profunda de alguna zona y cualquier urgencia. En el pasillo 2, hay una cartón con Como dijo Blanca, la jefa de Atención al cliente y cajeras: "Si quieres saber dónde está alguien, pregunta a Pepe". Cojo la máquina pequeña y limpio el almacén. Esperando que entre una cosa y otra sean las seis de la tarde, miro el reloj que está donde los empleados registran el comienzo y final de sus jornadas. Son solo las cinco. A escasos metros está el mostrador de Frescos. Cambio su papelera y reviso la de Parafarmacia. Gotera en palet de aceite de oliva. Aviso a Maxi. Montoya me dice que ese cartón lleva ahí desde que él llegó a las una. Limpieza de los cuarenta y ocho metros cuadrados de la zona de carritos de que está empapada y un poste negro con un cuelgarrollo. Blanca, Fuensanta y Cañete me lo piden como tareas. A las seis descanso con Susana. Me invita a unos pasteles de chocolate. Cintia, la sonrisa de Cerradona, me avisa de un charco en el mueble de desperdicio zero. A las siete vuelta a los servicios públicos. A las ocho y media le digo a Fuensanta de mover unas estanterías. Limpiamos las dos estanterías de la fila. Las cajas 2, 9 y 13. Sinadira pendientes con alas de mariposa azul. Pelo recogido castaño. A las nueve tiro basura. La mía y la de snack. Kelly deja de ver dos carritos con mercancía. Le digo que se lo diga a Victoria. Buscan y nada. En su mostrador de charcutería hay una mujer y su hija esperando a ser atendidas. Les digo que voy a buscarla y me lo agradecen.