1 nov 2013

Un uno de noviembre distinto

Desde la muerte de mi madre a finales del 2000, mi padre y yo nos levantamos temprano y vamos de Sevilla al cementerio de Constantina, (unos 120 km) para ponerle un ramo de flores. Siempre el mismo ritual, las mismas historias que me cuenta de cuando eran novios, los cambios en la carretera, que parece mentira que haya pasado tanto tiempo, el frío que pasábamos por la noches cuando dormíamos allí...

Hace cinco años, mi padre estaba hospitalizado y fui solo. Evidentemente se sucedieron imprevistos. Me levanté a las siete, me puse de chaqueta y para Constantina. Primero me pasé el cementerio, y eso que había ido muchas veces para la romería de allí parándonos a coger moras y cada 1 de noviembre de este nuevo siglo. Cuando llegué, resultó que no abría hasta dentro de una hora. ¿Y ahora qué hago? Constantina está en la sierra norte, con un paisaje muy bonito en la salida que tenía que coger al cementerio, con castaños y moreras acompañando a la estrecha carretera que se perdía en curvas. En vez de esperar, me fui con el coche para arriba media hora, y luego volví. Este no podía ser el único contratiempo, así que... una vez dentro, me equivoqué en el camino, y eso que lo había recorrido muchas veces, que había llevado a hombros el féretro de mi madre mientras susurraba una canción de Estopa que ya no me hace llorar (ole yo) y dice "tus ojos no tienen dueño porque no son de este mundo".
Primera calle a la izquierda y luego a la derecha. Allí está la familia Saldaña. Pues me perdí, tardé una hora en dar con ella con las flores en las manos, que pesaban una barbaridad.
Mamá perdóname, no sé donde estás. Si yo estaba seguro de no perderme. La gente que me vea tiene que pensar que estoy loco, todo el rato dando vueltas. Mamá, ya me conoces, las cosas raras me suceden a mí.

Yo, cabezota, me empeñé en dar vueltas al mismo sitio desde la entrada, hasta que por fin llegué al lugar donde el tiempo no pasa y colocar las flores.

Ese día fue una mezcla entre el agobio de mi torpeza, sonreír por estas cosillas que me pasan y pensar como lo cuento a mi familia.