14 nov 2006

Exclusiva sevillana

Suena el despertador del móvil y son las 7.45 de la mañana. Me levanto y me hago los clásicos preparativos para ir a clase. Nada más salir del portal, está mi flecha plateada fabricada especialmente para las carreras por las calles de Sevilla. Poner los cuarenta principales es lo tercero que hago cuando ya estoy sentado.
Hay veinte metros en los que es fácil pasear en coche, luego se da el pistoletazo de salida, y como salgo de boxes, debo esperar mi oportunidad para incorporarme. Mano derecha en la palanca de cambio, la izquierda en el volante, pie izquierdo en el embrague y derecho esperando a poder pisar el acelerador, y como si de un depredador se tratara estoy concentrado escuchando los ruidos de los motores de los otros vehículos. Hay dos segundos en los que no se escucha nada y es el momento de emular al kaiser, piso el acelerador y ¡comienza la carrera! Aquí es donde se encienden los contadores de adelantamiento que, aunque no se ven, seguro que están en algún lugar del coche, pero aún no me he enterado si vale igual adelantar a una mujer, a un hombre mayor, a una persona que pese más que el coche o a una moto. Pero no debe contar lo mismo.
La velocidad normal es de diez o veinte por hora cuando no toca esperar al camión de la basura, claro que esa velocidad de crucero se ve acompañada de los pasos de semana santa, ya que vamos a poquito a poco, sin correr y pitando al primero que tarde más de dos segundos en reaccionar y se ponga en movimiento.
Siempre está el que se hurga la nariz, el que está medio dormido y el que busca aparcamiento.
Hay varios tipos de conductores que pueden realizar estas maniobras de despiste. Está la mujer normal y corriente que va todo lo lento que puede porque no se cree aún lo de los contadores y los puntos que da el carrefour al mejor del día, la mujer de gran peso que se toma como revancha el tráfico y no deja adelantarle (hay que hacer como en los dibujitos antiguos de los autos locos con risita y Cía.) porque ella sí que sabe que le espera un gran regalo si no le adelantan, el hombre canoso que ocupa su asiento y parte de la palanca del freno de mano que tampoco se deja adelantar y que va despacito porque pasa de las carreras porque lo suyo es disfrutar de los edificios y los tubos de escape de los demás, está también el que lleva un pedazo de coche y si te despistas, pon, te adelanta y queda registrado en su contador. Una batalla distinta se libra entre las motos. Ellas luchan con las demás motos y con los coches a regatear (quieren ser Maradona), pero nuestros coches están bien armados, dos espejos nos protegen y si nos ponemos de acuerdo dos coches no pueden pasarnos.
El tema de los semáforos y los “ceda el paso” está complicado. Si hay una gran cola, los semáforos funcionan al revés; si está en verde los coches se paran y en rojo es cuando se pasa y lo de la prioridad solo sirve para casos excepcionales.
Nota: Los contadores solo registran los adelantamientos y no es aplicable a otra oferta de puntos como hace la competencia. Es una exclusiva, lo del carné por puntos lo han copiado los policías del tráfico de Sevilla, que para algo pagamos al monteserrín, al cabezón y a Spock (o no).

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