El cielo está más oscuro que nunca, las personas de mi alrededor parecen gigantes que con un pequeño soplido podrían acabar con mi vida, el reloj va acelerando y no encuentro la forma de ralentizarlo. De hecho, empiezo a sentir mareo sin poder controlar mi cuerpo ni mi mente. Todos caminan con sus maletas o bolsos, sonríen, llevan ropa de colores vivos y respiran lentamente. Mientras el semáforo está en rojo, me sobrepasa este mundo.
Sin embargo, al convertirse el muñeco con brazos rojos estirados en otro verde indicando pasado-presente-futuro, ya los gigantes menguan, las manecillas del reloj avanzan a ritmo regular y las personas que me acompañan en la acera ya no hacen brillar sus auras. El cielo es azul y cruzo la calle tranquilamente.
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