6 jun 2024

Historias de un limpiador (2)

Debía de ser así. Solo así se entendería buena parte de mi primer año en este trabajo. De cualquier otra forma, el escenario hubiera sido muy gris. Coincidir con ella en aquel lugar pequeño y sin más gente delante fue el anuncio idílico de que limpiar en Carrefour de Dos Hermanas era lo mejor para terminar una etapa. El día anterior ya me ha ían enseñado mis compañeros la rutina de trabajo y las prioridades. Por suerte y debido a los nervios propios del primer día, al terminar el tutorial me enviaron un audio con las tareas de la jornada de la mañana y de la tarde. Con la inseguridad propia de ser la primera vez que pulso un botón para que se suba la tela corredera que separa la zona pública de la privada en el interior del Carrefour, accedo al estrecho pasillo que acaba en el gran patio. Aquí me paro para hacer dos puntualizaciones sobre lo anterior:Después de haber visto tantas películas y series en las que un simple botón hace explotar todo lo que hay a su alrededor, el miedo de la primera vez es algo del subsciente por lo que lo tomo como común. El pasillo es estrecho en porque hay una cámara frigorífica entrando a la derecha y porque el acceso más usado para pasar de la tienda al patio, por lo que si lo ocupan una persona sin y otra con llevando una traspaleta ya hay que actuar por tamaño o cargo en empresa o quién ha llegado antes. Como iba diciendo, accedo al patio privado, subo unas escaleras, cojo el carrito para limpiar los aseos privados y empiezo por el de las mujeres. El baño de mujeres es muy estrecho. Tiene dos grandes espejos, cuatro lavabos y tres váteres. La puerta estaba abierta. Frente a mí, una mujer muy joven, veintiañera, sin ropa de trabajo, morena, delante del último espejo según se entra pintándose los labios. No recuerdo la conversación entre nosotros, solo la sensación al terminar de charlar de que mi estancia en carrefour iba a ser interesante. Se presentó como la responsable de Pescadería mientras limpiaba el baño que quedaba a su espalda. Su voz, su delgado cuerpo y el hecho de estar pintándose, sin invitarme a salir del aseo hasta que terminara ella, me hizo sentir bien, como que en la zona pública cada uno tendría su puesto en la pirámide capitalista pero en privado, todos éramos iguales. No puedo tintar este encuentro de color rojo pasión como si hubiera imaginado que al estar solos, podría ser el principio de algo sexual, porque después de muchos años sin sexo, ya ni se me pasa por la cabeza. Durante mi primer año, ella (Victoria) ha sido la persona con la que más veces me he cruzado. En general, eso me ha dado seguridad de que voy bien, una señal intangible e inexplicable. Es una mujer con andares de poder, que si me mira y habla a la vez, me hipnotiza de una forma tan evidente que termina por preguntarme "¿te lo repito?". Hay veces que me rompe, me descuadra, cuando me sonríe al cruzarnos y luego se pone seria. ¿Esa sonrisa falsa supone que está mal conmigo? Hay mil razones por las que una persona puede cambiar de expresión en un segundo y solo en un 0.99 por ciento de las veces es por mí pero al tenerle cariño, ese pequeño porcentaje se hace gigante. Me he acostumbrado tanto a verla en mis turnos de trabajo, que cuando no es así trabajo con menos ganas. Es natural, algo de conexión tengo con ella. De haber dado en el aseo privado con otra persona... Llámese Ramona, ésta me habría echado y mi sensación de inferioridad hubiera sido tan potente que marcaría una barrera entre los de Carrefour y yo. La bienvenida de Victoria fue tan normal, cordial y educada, que la recuerdo muchas veces. En gratitud, suelo estar pendiente de sus secciones y sus avisos, de sus estados de ánimo aunque no se lo haga saber y las personas que están a su cargo más que de otras secciones.

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