27 jun 2024

historias de un limpiador (3)

7 de noviembre. Ventura, mjefe de limpieza con rostro tan serio que me resulta increíble (en el sentido de no creíble) quiere hablar conmigo en la zona menos concurrida del aparcamiento del trabajo. Un informe negativo firmado por el director de nuestro cliente en el que se expresa con pruebas que "soy una verguenza como trabajador". Obviamente, llegó un momento en el que dejo de escucharle a la espera de un cambio de discurso hacia un "es broma, una novatada que le hacemos a todos los trabajadores". No recuerdo si se fue larga o corta la bronca, lo que sí puedo volver a vivir es lo que hice después. Victoria no estaba en turno y fui a Carlos, quizás (o sin quizá) el responsable más especial para mí. Estaba en aquella oficina poco currada a la vista de todos, todas, todes... Le pregunté si había notado alguna bajada de rendimiento en mí. "Soy comercial, ese no es mi trabajo pero no he visto nada raro en los últmios días". Me llevaba bien con Beatriz, la responsable de recursos humananos de nuestro cliente. Mientras iba de camino a un aviso por rotura de unos platos, me paré con ella y cambié la forma de investigar sobre esa broma pesada que estuve sufriendo a principios de noviembre. ¿Puedes saber de dónde puede venir un informe negativo que hay escrito acusándome de mal trabajador? Su respuesta fue tranquilizadora: Dame unos días y te digo. Nunca me dijo, yo nunca le volví a preguntar y nunca volvimos a charlar. Solo me quedaba Dani, mi responsable, un crack de limpieza y trato con los demás. Por lo que él me dijo entre bromas, fue cosa de Rubén. Del boss ya escribiré más adelante porque no he podido dar con un mejor compañero-responsable. Hay poca gente a la que le deseo el mal y él una de esas pocas personas. Cuando alguien no te entra, no te entra ni aunque tenga una coronita de ángel. Ya desde el principio no conecté con él. Me pidió o exigió que tirara unas cajas de cartón a la basura cuando ya me quedaba un solo minuto para terminar mi turno. yo no sabía ni que era el jefe de seguridad ni el responsable de los trabajadores externos. No sé si le dije algo con palabras, con la mirada que le eché le quedó claro que no era lo que más me apetecía en aquel momento. Lo hice, claro, de tan mala gana que el hice el vacío que le puede hacer alguien sin una pizca de poder a otra persona (por no descalificativos en mi página) que estaba y está esperando cualquier fallo para volver a echarme encima a la directiva del cliente para el que limpio. A finales de octubre, pasé por el pupitre donde hacen su trabajo los vigilantes sin enseñar el carrito de limpieza a Carlos. Un vigilante con el que me llevaba muy bien... hasta ese día en el que al recordarme que es obligatorio enseñar el carro cada vez que paso de dentro hacia fuera, le dije que "la desconfianza forma parte de la vigilancia". Esa frase sin mala intención fue, sin embargo, motivo de un diálogo de besugos entre él y yo. Seguramente mis palabras se le clavaron como un puñal que te hace desangrar lentamente porque no tiene sentido que me amenazara con hablarme de mala forma por esa frase que le dije. Al poco salió Rubén para decirme lo mismo que Carlos. Si fue por ahí por donde empezó esta broma pesada, no lo tengo comprobado. Las cosencuencias fueron que dejé de hablar más allá de lo estricto con los vigilantes que estuvieron involucrados. Hasta que Rubén no se disculpe, seguiré en esa línea. No fue justo ese ataque de jugar con mi trabajo. También me supuso no estar relajado con los trabajadores del cliente y eso que hay muy buenas personas trabajando ahí. Una pena.

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