Quizás fuera día dos de diciembre a las cuatro de la tarde
cuando salimos de casa para dar un paseo. Quizás, solo quizás, porque lo vivo
en presente y la fecha es solo el suelo donde ocurre la magia que dejo aquí
descrita.
Con la pelota de fútbol de Gael y sin saber cuando volvemos
porque llevo sin móvil todo este mes y lo aprovecho para deshacerme de la soga
de las manecillas del reloj, nos vamos los tres a recorrer las calles de
Almensilla hasta llegar al estadio del pueblo y cerca, en un campito de albero jugar a el
que mete se pone . Aprovechando que vivimos en un lugar tranquilo, de poco
tráfico y cero stress, ocupamos los dos carriles o el carril de circulación. Como
se hacía el siglo pasado. Uno a la derecha, otro a la izquierda y el que queda
en el centro estando atentos todos a donde están los otros, el balón y si hay
algún ruido ajeno al del pié lanzando la pelota. Si aparecía un coche,
cualquiera avisaba: A la cueva de croods, viene un coche. Yo me quedo en el
medio de la carretera hasta que los dos están en la misma acera. Entonces es
cuando me uno a ellos hasta que pasa el coche.
Los croods es una película de dibujos animados sobre una
familia de la prehistoria que usaban una cueva para refugiarse de cualquier
peligro. El primero de la familia que usó esta expresión fue Gael y ya la hemos
apadrinado todos.
Nos pasamos la pelota a un toque, no vale pararla ni
pararse, directamente hay que soltarla. Si se mete la pelota debajo de algún
coche ahí estamos los tres para cogerla, vigilar si hay peligro y aconsejar. Si
uno se cae porque tropiece, ya los demás le preguntamos por su estado, él se
levanta y seguimos llenando de colores vivos
cada metro que recorremos jugando. Pura magia. Gael tiene tres años,
Yago cinco y yo treinta y ocho, pero sin embargo, todos somos una pandilla… nos
reimos, protegemos, nos felicitamos cuando lo hacemos bien y aconsejamos cuando
no está tan bien lo que he hemos hecho. Todo mientras sonreímos.
El camino es corto hasta el campo de albero aunque nosotros
vamos lentos y paramos para descansar. Una de esas paradas es un barrio con
casas abandonadas con aspecto de ser o haber sido okupadas, con un parque en el
centro. Allí hay una pirámide de colores que escalan, les propongo un reto con
pelota para los tres, cuando lo conseguimos seguimos. En ese barrio veo a una
mujer con un niño en brazos de quizás un año y medio que nos mira con cara de
asombro, como si estuviera viendo algo imposible: un padre jugando y
disfrutando con sus hijos por aquella calle solitaria.
Estoy cansado, como amante del fútbol que soy, de que solo se resalten los aspectos negativos de este deporte porque también da muchas satisfacciones y enseña valores importantes como la cooperación, el hecho de que siempre hay una nueva oportunidad para mejorar, lo que te hace vibrar, aprender a leer y el ser presente en cada momento.
El tiempo no se mide por un calendario, que no nos vendan la
moto. El tiempo se divide en momentos, en mente positiva-mente negativa, vivir
en pasado-presente-futuro. Esto es realmente lo que registra la mente: lo que
se vive con intensidad.
1 comentario:
Me encanta lo que vivís, me encanta vuestra relación y cuánto disfrutàis juntxs. Es admirable!
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